capitulo dos


EL PROFESOR
CAPITULO DOS
El Profesor tomó a Ana del suelo y la levantó con sus brazos. Suavemente la llevo hasta la única habitación del departamento y la dejó recostada sobre una almohada. Desnuda, sobre la cama, ella parecía dormida.
-        ¿Alguna vez te he dicho que eres hermosa? Seguramente ya lo sabes. Desde el primer día que te vi llegar supe que tendríamos algo los dos. Sentí eso que llaman conexión. Tú también lo sentiste, estoy seguro Querida.
Tocaron a la puerta. Sin un gesto de asombro el Profesor volteo hacia Ana.
-        Querida, te dejo.
Tomo la bata que apenas le cubría los senos y la acomodó con cariño.
-        Así está mejor.
Tocaron nuevamente. Se levantó y fue a abrir la puerta. Era la señora Fisher, esposa del Alcalde.
-        Profesor, ¿Está usted acompañado?
-        No, no lo estoy
-        Me pareció escuchar voces al llegar, ¿Le parece si puedo pasar?
-        Por favor pase, que torpe he sido en no invitarla antes, por favor discúlpeme.
-        Profesor, como siempre le traigo las ricas galletas que hacemos las mujeres del grupo de oración de la iglesia. Sé que le gustan y es por eso que se las traigo cada semana
-        Es usted tan amable, pero no se debería preocupar por mí.
La mujer le acerco las galletas, él las tomó y fue hasta la cocina, sin importarle de ser visto las tiro en la basura. La señora Smith seguía hablando llena de emoción.
-        De ninguna manera profesor, usted se merece eso y más, en este pequeño pueblo usted es la luz del arte y la sabiduría para nosotros tan alejados de las grandes ciudades del mundo.
-        Me parece que exagera usted un poco, es cierto, soy bueno en lo que hago, he estado en Viena, Múnich, he tocado en las mejores bandas, pero no me parece que debamos abundar en un tema que solo satisface mi ego.
Dicho esto El profesor Smith se levantó y fue donde había dejado la botella de vino, sirvió una copa, la tomo y bebió de un sorbo
-        No le parece algo temprano para beber profesor.
La mujer fue hasta el profesor y le acaricio la espalda
-        Yo podría si usted quiere quedarme toda la mañana
-        ¡Imposible!
-        ¿Qué sucede?
-        Nada, tengo que preparar las clases para mis alumnos
-        Profesor, yo podría pedirle a mi esposo el alcalde que le duplique el estipendio que le tiene asignado, no tiene usted necesidad de dar clases a esos principiantes.
-        De ninguna manera permitiría eso
Dicho esto el Profesor la tomo de la cintura
-        Mi esposo dice que usted no es más que un artista de la farándula, que se la vive en el vodevil y la francachela
-        Bueno, debo reconocer que su esposo me conoce
-        Me gustaría pasar todo el día aquí, si usted me lo permite.
Dicho esto ella se encamino a la habitación, la puerta estaba abierta así que solo dio un paso hacia adentro
-        ¿No le parece un poco fría la habitación? ¿Acaso no ha dormido usted?
El profesor fue a la cocina y tomo de ahí el cuchillo con el que había cortado la lasaña. Lo limpio perfectamente mientras ella seguía hablando.
-        Señora Fisher, creo que no debería usted entrar a la habitación de un hombre soltero
Ella entro a la habitación sin encenderla
-        ¡Que olor!, gritó, mientras el profesor empuño el cuchillo.
-        ¡Me encanta!, dijo ella, saliendo de ahí. Debe usted regalarme para mi ese perfume Profesor. Lo abrazo mientras el escondía el cuchillo detrás de su espalda. ¿Acaso tuvo a usted a alguna de sus amantes?
Tocaron a la puerta. El profesor tomó a la señora Fisher y la separó de él. La tomó de la cintura y la dejó sentada en la mesa. Dio vuelta y fue a abrir. Hábilmente dejo el cuchillo sobre la barra de la cocina.
-        ¿Quién es? Dijo, al tiempo que abría la puerta
-        ¡La Policía Municipal!

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